The internet’s town square should never have been one specific website with its own specific rules and incentives. It should have been, and should be, the web itself.

En realidad, que Twitter se esté yendo a la mierda es una bendición. En mi cabeza no cabe un timeline más. En realidad, no cabe ni un solo timeline.

O si acaso unos timelines más especiales. Llevo unos quince años leyendo unas cuantas docenas de blogs casi a diario: primero en Google Reader, desde entonces en Feedly. Docenas de blogs que conozco, normalmente coherentes, con un tono sosegado. Los leo utilizando una tecnología abierta, los feed RSS; la misma tecnología, por cierto, sobre la que distribuyen casi todos los podcast del mundo.

Desde hace menos años (¿cinco?), también sigo un puñado de boletines de correo, como los de Craig Mod sobre caminar en Japón o el de Matt Stoller sobre monopolios. Cartas breves o extensas, pero siempre con un humano detrás, escribiéndola con mimo, dándose el tiempo y el espacio necesarios para hacerse entender. Todo ello sobre otra tecnología abierta, y aún más madura: el correo electrónico.

Para disfrutar de todo estos blogs, podcasts y boletines puedo utilizar infinidad de herramientas, gratuitas o de pago, de código abierto o comerciales. Puedo migrar entre ellas con facilidad, puedo elegir qué leer o escuchar sin recurrir a algoritmos. Podré seguir haciéndolo por décadas. Lo mismo ocurre con este blog mío.

Twitter ha sido una fuente de información valiosísima, y un lugar en el que conocer a muchísima gente. Pero su tiempo ha pasado. Había algo bonito en el entusiasmo de la web 2.0 de compartir ideas e historias, y hay algo emocionante en constatar que las webs personales y los estándares abiertos sobreviven a las plataformas milmillonarias. Y no es solo por la resiliencia tecnológica de lo descentralizado —Mastodon es ilusionante—, sino por la escala más humana de lo que creamos quienes habitamos la web abierta.

No podemos reducirnos a un tuit en un mar de ruido, modulado por intereses comerciales. Nos merecíamos algo mejor. Por suerte, lo hemos tenido siempre al alcance de la mano.


Teletrabajo, inteligencia artificial, web abierta. Qué gusto volver a tener ilusión por la tecnología.