Este artículo se publicó hace mucho tiempo. Es posible que haya cambiado mi manera de pensar desde entonces.

Hace unos diez días Google dio una tremenda bofetada a los usuarios de Google Reader (entre los que me incluyo) al anunciar su cierre para principios de julio. Reader, el lector de feeds, el que fue en algún tiempo pasado el servicio cumbre de aquella web 2.0 en la que aún se hablaba de blogosfera, ofreciendo una funcionalidad difícil de igualar por una compañía sin el músculo de Google (traducción en decenas de idiomas, caché de todas las publicaciones).

Es algo personal. Reader me ha ayudado en seis años a aprender demasiadas cosas. 167 mil artículos leídos ahí. En fin, nunca debimos confiar en Google. Al igual que para Facebook (o para cualquier medio tradicional de masas) los usuarios no son clientes, sino la mercancía que venden a los anunciantes. Facebook se ha llevado el pastel de la publicidad social, y Google sigue dando pasos de ciego para arrebatarle al menos una parte. Lo hace a costa, en el caso de Reader, de un cuerpo de usuarios bastante pro (los feed no calaron en todo el mundo), muchos de los cuales estaríamos dispuestos a soltar veinte o treinta euros al año para que el servicio siguiera vivo.

Al igual que Twitter, que ha destruido todo su ecosistema de aplicaciones restringiendo estúpidamente su API, ahora Google sigue sus pasos dando la espalda a los usuarios que en su momento le auparon: los early-adopters que no podíamos resistirnos a probar lo último de lo último, aquello que el usuario medio ni siquiera sabría que existiría. Que nos jodan: ahora, con cientos de millones de individuos a sus pies, no importamos nada.

Pero que anden con cuidado. Este artículo del Washington Post explica la inseguridad que puede generar la decisión de Google. Y recordemos que han sido ellos los que han estado convenciéndonos de que ahora todo ha de ser en la nube (incluso ofreciéndonos por 1300 dólares un portátil que tan solo tiene Chrome). Puede que Google Drive o YouTube tengan el futuro más o menos asegurado. ¿Ocurrirá lo mismo con, por ejemplo, Google Music? El servicio de alojamiento de música no tiene pinta de que vaya a alcanzar al usuario medio. Imaginad que alguien vuelca diez mil canciones ahí, después de esperar semanas a que se suban, para que un día en Mountain View se levanten con ganas de centrar esfuerzos en Google+ y pegarle un tiro (no sé si al servicio o al usuario).

Por una vez algo acompaña a la privacidad a la hora de ponderar si las concesiones que hacemos a estas compañías son adecuadas. Quizá sea demasiado pronto para que nuestros archivos abandonen nuestros discos duros. Quizá Google deba centrarse más en aquello en lo que _puedan _innovar y llevar la voz cantante, no vaya a ser que la avaricia rompa el saco. Y quizá nosotros debamos parar el carro, porque les damos mucho para que nos devuelvan lo justo.

Se habla mucho estos días de cuál es la mejor alternativa a Reader. Mi recomendación: Feedly. Me encanta su diseño, llevo ya un par de años usándolo. Harán la migración de los feeds que tengas en Reader a su sistema propio en los próximos meses, de manera silenciosa.