Tras dos décadas lejos de la franquicia, este año regresé al mundo Pokémon por partida doble. En enero sucumbí al viaje al pasado de Leyendas Pokémon: Arceus, y este mes al Pokémon más patrio, Púrpura en mi caso, ambientado en una Paldea inspirada en la Península Ibérica de los bocadillos y la tortilla de patata. Dos cambios me han hecho disfrutar de Pokémon como nunca antes: las nuevas mecánicas para atraparlos y el mundo abierto.
Durante siete generaciones, Pokémon se ha jugado en consolas portátiles bastante limitadas técnicamente, desde la Game Boy original hasta la Nintendo 3DS, con escasas excepciones —el modo aventura de Pokémon Colosseum y XD—. Con el salto a la Switch, en cambio, había una oportunidad de oro de hacer la experiencia de los juegos principales más inmersiva. Tras jugar Arceus y Púrpura, me queda claro que Game Freak está aprovechándola.
Hazte con todos, que da gustito
Pese al eslogan de la franquicia, recuerdo no tener especial afición por atrapar pokémon cuando era un niño: no por ser repetitivo —siempre lo será “hacerse con todos”—, sino por frustrante. Durante años, los pokémon salvajes aparecían en combates aleatorios en la hierba alta o en el agua. Era difícil rehuir combates indeseados cuando el juego te obligaba a atravesar esas zonas, y era cansado recurrir al ensayo y error para encontrar el pokémon que buscabas.
Las expectativas cambiaron tras el éxito de Pokémon Go. Poder identificar a los pokémon con antelación, con o sin realidad aumentada, volvió la experiencia de capturarlos mucho más gratificante, y la de evitarlos mucho más sencilla. Game Freak ha ido incorporando esto a los juegos principales desde entonces, empezando por los Pokémon: Let’s Go, los primeros para Switch. Pero es con Leyendas Pokémon: Arceus donde le han dado la vuelta de tuerca definitiva.
En Arceus puedes ver a los pokémon en su habitat y atraparlos lanzándoles la pokéball que elijas sin necesidad de iniciar un combate. En algunos casos, no tendrás éxito y sí deberás combatir, pero en otros muchos bastará con pillarle por sorpresa, o fijarte en que el pokémon esté dormido, o utilizar la pokéball adecuada. Es tan natural que por primera vez me he visto atrapando pokémon sin parar. Tanto es así que para completar la Pokédex debes atrapar a los pokémon más de una vez de forma sistemática, ¡y funciona!
Después de varias generaciones en las que los juegos parecían atascados en fórmulas repetitivas, resulta interesante que Game Freak haya sido capaz de mejorar la mecánica más fundamental e icónica de la franquicia. Púrpura y Escarlata, los juegos de la novena generación de Pokémon lanzados en noviembre, cuentan con algunas pero no todas estas mejoras: no hubo tiempo de incorporarlas en los diez meses que han transcurrido desde el estreno de Arceus, ya habrá tiempo de hacerlo. En cambio, sí que ofrecen por primera vez un mundo abierto a todos los niveles.
Paldea is different
Pokémon siempre ha sido un juego de exploración de grandes mundos en los que moverse de forma más o menos libre. “Hacerse con todos” ha requerido desde la primera entrega explorar todo el mapa de forma repetitiva, incluso tras convertirse en campeón de la Liga. Con el salto a la consola de sobremesa, la experiencia de pasear por el mundo de turno se ha vuelto mucho más inmersiva y agradable. En Púrpura y Escarlata es posible explorar cada rincón de Españita Paldea al estilo de The Legend of Zelda: Breath of the Wild: nadando, escalando, planeando. Ain’t no mountain high, ain’t no valley low. Por primera vez, pueden visitarse los gimnasios en el orden que quieras. Incluso la búsqueda de los legendarios requiere aprovechar al máximo estas posibilidades.
Capturar criaturas y explorar Paldea es relajante, no aburrido; también los picnics, en la línea del cozy gaming. Jugarlo todo ante la tele sentado en el sofá hace que las historias, más elaboradas, tengan un desarrollo e impacto nuevos. Pese a las merecidas críticas que los juegos están recibiendo por los numerosos bugs y el inexplicable mal rendimiento, en general mi experiencia ha sido muy positiva. Púrpura me ha sorprendido gratamente por lo emocionante y trepidante de la historia principal. (También me ha tocado la patata brava que un Pokémon se inspire en la geografía, la fauna, la arquitectura y la gastronomía españolas, no lo voy a negar.)
Creo que las dos mecánicas —capturas y mundo abierto— y las nuevas posibilidades de una consola como la Switch contribuyen a que Pokémon desarrolle todo su potencial. A esto se suman algunos detalles que reducen frustraciones tradicionales: más información sobre los pokémon y sus movimientos, todos tu equipo gana experiencia con cada combate. Hay mucho espacio para la mejora, pero jugar a Pokémon es hoy más placentero que nunca.
Han pasado veintiún años desde que Pokémon Plata llegó a mis manos. Me produce tanta incredulidad como alegría que estos monstruitos sigan entreteniéndome tanto tiempo después.