Este artículo se publicó hace mucho tiempo. Es posible que haya cambiado mi manera de pensar desde entonces.
Recién investida alcaldesa de Madrid con el apoyo de toda la izquierda, Manuela Carmena dio un discurso emocionante, fresco e innovador. Habló de tutear, de debates con datos en la mano y la pantalla, empresas sociales y mujer. También de tender puentes con todas las fuerzas y de la importancia del marco institucional para la iniciativa privada: muy diferente de lo que cabría esperar de la izquierda que le había apadrinado.
En Gijón, el Partido Socialista mantuvo la alcaldía desde 1979 hasta 2011, y en las elecciones de mayo pudo recuperarla como fuerza más votada de la izquierda. No obstante, Xixón Sí Puede, la plataforma ciudadana de izquierdas, decidió someter el apoyo al candidato del PSOE a una consulta popular. El resultado fue un rotundo no, que la plataforma respetó.
Mediante sus órganos de gobierno regionales, la Federación Socialista Asturiana respondió prohibiendo al PSOE de Oviedo, con Wenceslao López al frente, el apoyo a la investidura de Ana Taboada, cabeza de la lista de Somos Uviéu y fuerza de izquierda más votada en la capital. En el último momento, mientras muchos esperaban fuera del ayuntamiento expectantes, fueron los concejales electos de Somos Uviéu los que apoyaron a López, expulsando al Partido Popular tras veinticuatro años de gobierno. La decisión in extremis de Somos Uviéu fue sometida posteriormente a una asamblea abierta, que la respaldó. Sus concejales participarán en el gobierno local.
Manuela y Ana son las caras de la nueva política. Manuela ha tendido la mano. Ana ha antepuesto a su electorado frente la tozudez y ombliguismo de un partido de los de siempre. Buenos gestos, generosidad, saber escuchar: nuevas formas que no necesariamente tienen que ver con el signo político. Cuando Podemos creyó proteger su marca no presentándose a las alcaldías, lo que hizo fue dejar espacio a unas plataformas que son lo que ellos deberían ser y que en cuestión de dos o tres meses han conseguido igualar e incluso mejorar sus resultados electorales.
Esta campaña ha probado que la participación y el talante pueden funcionar, al menos en el ámbito local, pero primero hay que creer en ello. Podemos se ha instalado en un discurso de confrontación, radical en el peor sentido de la palabra, que niega alternativas políticas y cuya estructura de partido acalla la diferencia con la excusa de que el cielo ha de tomarse por asalto, no por consenso. Esas no son formas de «regenerar la democracia».
No todas las plataformas ciudadanas tienen a líderes como Manuela y Ana. No sabemos qué (más) sorpresas esconden las listas. Ni siquiera sabemos cómo serán ellas tras uno, dos años de gobierno. Hay ilusión, hay interés, hay un poquito de esperanza en la política. Ese mérito ya no se lo quita nadie. Que aprendan los de morado, que quizá en las generales sean ellos quienes necesiten ser apadrinados.