Este artículo se publicó hace mucho tiempo. Es posible que haya cambiado mi manera de pensar desde entonces.
Hay un mundo que parece menor, pero cuyo machismo debería preocupar a todo aquel que crea en la igualdad de oportunidades: el de los juguetes. Al igual que en etapas más tardías las revistas y la publicidad en general contribuyen a formar una imagen irreal e inalcanzable de una supuesta mujer perfecta, basta con echar un ojo a cualquier catálogo de juguetes para darse cuenta de que algo huele mal. Tomemos el ejemplo más representativo: el de El Corte Inglés, estas pasadas navidades (a partir de la página 70).
Pinypon en el spa-centro de belleza, la pasarela de mascotas de Little Pet Shop, la bolsa de belleza, el cochecito y la cocinita de Frozen (WTF), el set «Siempre Guapa», el centro de belleza y el spa de uñas de la Srta. Pepis. Por supuesto, muñecas esqueléticas, cochecitos a gogó y bebés que cuidar. Son niños, varones, quienes están a los mandos de los coches teledirigidos o la mayoría de minifiguras Lego en los sets de City. Ha tenido que ser, de hecho, una propuesta de la comunidad la que haya llevado a las tiendas un set de Lego con minifiguras de científicas, haciendo la contra al Lego Friends de rosa, lila y superficialidad.
Hay excepciones: la mayoría de los juegos de mesa, los científicos, los «nova» de siempre (Astronova, Micronova), los sets de cocina (Cocina Creativa, CefaChef). Es más, el rosa es lo de menos. Lo importante es que niños y niñas sepan que mujeres y hombres, independientemente de que les guste el azul o el rosa, pueden ser policías y cocineros, médicos y científicos, peluqueros o amos de casa. Incluso superheroínas y villanas, elfos y dragones. Que da igual que estés comprando helados en Heartlake, volando a Alpha Centauri o derrotando a Megamalo: los juguetes deben abrir a cualquier niño las puertas a cualquier aventura.
En cambio, parecen seguir inhibiendo a las mujeres, perpetuando los estereotipos de género y sexualizando a las niñas —ante los ojos, por cierto, de los niños. Bajo el pretexto de que existe demanda, hay incluso quien les vende sujetadores con relleno, o quienes les ofrecen spas y pasarelas reales, como denunciaba el pasado domingo El Mundo. Las murallas que levantan estos productos son salvables, pero, si podemos derribarlas nosotros, deberíamos hacerlo. Con voluntad, el plástico puede enseñar a los peques una importante lección.