Este artículo se publicó hace mucho tiempo. Es posible que haya cambiado mi manera de pensar desde entonces.
EEUU puede estar espiándonos ahora mismo. Quizá no es algo nuevo, pero ahora sí podría ser masivo: esa es la primera conclusión sobre PRISM, el escandaloso programa secreto sacado a la luz por The Washington Post y The Guardian. Es fácil atar cabos y elaborar un mapa de cómo el gobierno estadounidense tiene todas las herramientas para husmear en nuestras vidas y tomar medidas al respecto.
Aquí va una reflexión. Pongámonos en el más turbio de los escenarios. Carta blanca en los servidores de Google y Facebook, entre otros servicios. Google puede saber qué información buscamos y, si eres poseedor de un dispositivo con Android, también dónde estás. El «historial de ubicaciones» con el que funcionan servicios como Google Now es un preciso trazado de todos los lugares por los que has pasado: no solo gracias al GPS, sino también por triangulación de redes wifi (lo que incluye interiores). La tecnología está ahí: muchos usuarios no serán conscientes de que lo tienen activado, pero incluso quienes no les hayan autorizado podrían estar siendo rastreados. Por otro lado Facebook conoce nuestros vínculos sociales, y qué hablamos con nuestros amigos. En EEUU habrá que sumarle los indicios de que el gobierno ha accedido al listado de llamadas de los clientes de Verizon (por qué no de otras compañías) y también es posible que a la mensajería en tiempo real en redes sociales.
Añadamos a esto un número indefinido de proveedores de servicios a cuyos servidores el gobierno americano podría tener acceso (entre ellos los de Microsoft, quienes pretenden meter en cada hogar una cámara y un micrófono, idealmente siempre encendidos). Más el posible juego de IPs para seguir incluso a quien no ha iniciado sesión en ninguno de esos servicios. Todos los datos cotejados, algo factible: data mining puro y duro.
Resulta escalofriante que un gobierno pueda tener acceso a un perfil en tiempo real de ubicaciones, conversaciones, fotos y demás datos personales de cualquier occidental medio mientras controla remotamente drones que podrían, sin limitación técnica alguna, estar rondando su casa para acabar con su vida como ya ocurre con civiles en algunos países. Ni juicio justo en el que defenderse de un falso positivo. No digo que ese ni ningún otro gobierno vaya a usar esas herramientas contra sus propios ciudadanos o los de sus mayores aliados, pero usar el pretexto de la seguridad y el terrorismo para justificar esta intromisión brutal en nuestra libertad parece excesivo.
A Orwell se le pondrían los pelos como escarpias.