Este artículo se publicó hace mucho tiempo. Es posible que haya cambiado mi manera de pensar desde entonces.
Por una vez, es casi imposible que no sepáis del producto que presentó ayer Apple. El iPad ha aparecido en todos los medios (¡españoles!) incluso antes de que se mostrara en la keynote, y hay que admitir que el hype que se ha generado no tiene precedentes: ni tan siquiera el iPhone generó tanta expectación.
En cuanto a la opinión de los potenciales compradores, la balanza se inclina hacia las críticas negativas. Apple ha descuidado en algunos bastantes detalles su aspecto, tanto en software y hardware, y aunque han procurado enseñarnos en el vídeo un producto atractivo, con infinidad de transiciones (eye candy, que dirían los anglófonos), lo cierto es que sus carencias son bien numerosas. Y su nombre, inoportuno. Y lo cerrado que es, no más que a lo que nos tienen ya acostumbrados.
Entre el ya cansino abuso de awesomes, incredibles y amazings, creí escuchar un «esto es el futuro». Como tantos otros, ayer estaba decepcionado pero, aunque no me consideraba futuro comprador, sí que es verdad que hoy, dándole alguna que otra vuelta, he llegado a la conclusión de que tienen razón: la idea de los de Cupertino es una muestra de lo que viene. No es genuina, en cualquier caso, si bien Apple le ha sabido darle un barniz de calidad, descuidos aparte.
Y es que me imagino allá por el 2020, vestido cual anuncio de Neutrex, con un intuitivo y ligerito pantallón entre mis manos mientras estoy echado en el sofá. Más concretamente: la aplicación de New York Times me ha enamorado, pues eso sí que puede denominarse prensa-en-papel killer. Lo mismo digo de la experiencia de usuario de la aplicación de YouTube o la de los correos. De acuerdo, como lector de libros electrónicos no llegará muy lejos, por aquello de que cansa la vista; pero su potencial, que reside exclusivamente en su ligereza y su pantalla, es enorme.
No, no me lo compraré porque, aunque no sea tan caro, el dinero sigue, mira tú, sin salirme por las orejas. Pero repito: no descartaría tan a la ligera que sea de verdad algo más o menos revolucionario, al estilo del iPod en su momento. Eso de que el ordenador esté tan vinculado a nuestro escritorio tendrá que cambiar tarde o temprano.