Este artículo se publicó hace mucho tiempo. Es posible que haya cambiado mi manera de pensar desde entonces.
<introducción para legos> Hace ya unos años que pudimos liberarnos de esa pesada cruz que era Internet Explorer, aquel pésimo navegador que imponía su propia forma de entender Internet a una vergonzosa mayoría de los usuarios. Mozilla Firefox, indiscutible bandera del software libre, nos permitía por aquel entonces utilizar cosas nuevas: unos interesantes complementos, pestañas, gestor de descargas, etc.; y aunque de aquella la web se diseñaba para IE y no todas las páginas se veían correctamente, muchos apostamos por aquel navegador.
Con el paso del tiempo, Firefox se reafirmó como la mejor alternativa al monstruo microsoftero. Sin embargo, hace casi dos años Google dio un movimiento muy acertado, lanzando Chrome: un navegador con un potente y rapidísimo motor, open-source también, Webkit; una interfaz absolutamente minimalista y concentrada, y una envidiable velocidad en su desarrollo. </introducción para legos>
Muchos os habéis cambiado a Chrome, y, de corazón, lo entiendo. Hacer clic y tener instantáneamente una navegador abierto es algo contra lo que Firefox no puede (al menos por ahora) competir. Los complementos no parecen ralentizar todo esto en absoluto, y ciertas opciones, como «Fijar pestaña», crear accesos directos a aplicaciones (lo cual hace bastante mejor que Prism) o la sincronización de marcadores gracias a una cuenta de Google, son muy interesantes.
Pero incluso todo ello queda en segundo plano si lo comparamos con la ligereza global del navegador: velocidad, cumplimiento al 100% de estándares (las versiones de desarrollo incorporan al día incluso las funciones más experimentales de HTML5, como las notificaciones), separación de procesos por pestañas. En realidad, y aunque me cueste admitirlo, Chrome es el mejor navegador que existe hoy día, en cuanto a la experiencia de usuario: combina a la perfección el inigualable Webkit con la personalización de Firefox.
No obstante, ya os habréis dado cuenta: soy usuario de Firefox desde hace varios años, y seguiré siéndolo. ¿Por qué? Mis razones:
- Diseño. Ya lo he dicho: la interfaz inicial, la que usas todos los días en cualquier navegador, es sencillamente perfecta en Chrome. Sin embargo, hay ciertos detalles que no me gustan tanto. Obviando la falta de separadores para los marcadores (que es una chorrada, lo sé, pero los echaría en falta), el diseño en Chrome no es homogéneo. Las opciones tienen un aspecto diferente para cada complemento, y por desgracia no todos los que los desarrollan tienen el buen gusto de @glztt. Además, es inexplicable que aún no reconozca feeds RSS: no sé, Google, intégralo con Reader si te apetece, pero no permitas que tu navegador luzca así, que es deplorable:
- Google y Apple vs. el software libre. Aquí va un argumento algo más contundente. Un defensor del software libre no debería irse de Firefox. ¿Por qué? Pues porque dos grandes compañías andan detrás. Detrás del núcleo, Apple con Webkit. ¿Es libre? Pues sí. Sin embargo, apoyar Webkit es apoyar a Apple, la más privativa de las corporaciones informáticas ever. Además, y pese a la gran alegría que me ha supuesto que Google libere VP8 y que apueste por él, H.264, el códec privativo propiedad de Apple, seguirá teniendo importancia y, en principio, seguirá siendo compatible con Chrome. Y si puedo evitarlo, prefiero no dar apoyo a un estándar privativo.
- Privacidad. Pero aquí está el quid de la cuestión. Mis rabietas por la incoherencia visual de Chrome o por mis principios pro-open-source pierden su importancia si lo comparamos con la seguridad que Mozilla Firefox da. Firefox es libre, sin paliativos. Ni códecs privativos, ni una línea de código cerrado, ni un aspecto que no puedas personalizar. Lo suficientemente lejos de cualquier interés corporativo. Hay un complemento que me encanta: Mozilla Sync, formerly Mozilla Weave, que te permite tener en la nube marcadores, configuración, pestañas y contraseñas, y es un buen ejemplo de cómo trata Firefox el tema de la privacidad. En vez de estar protegido por una simple contraseña, como ocurre en Chrome (es decir, que tu historial y favoritos se suma a la grandísima cantidad de información que sobre tí tiene Google), con Sync tus datos están codificados también por una frase secreta que solo tú conoces, y que no se encuentra en los servidores. Tanto es así que puede subir el paquete que contiene todos tus datos incluso a un servidor FTP privado. No hay color.
Chrome tiene cosas muy chulas que son accesorias. Firefox, al menos para mí, tiene cosas sencillamente imprescindibles. No puedo renunciar a la privacidad por tener una interfaz reshulona y por tardar un segundo menos en abrir la aplicación. Prefiero quedarme con ella, y con mis complementitos bien diseñados. Además, qué demonios: se vienen cosas interesantes con el zorro. Aunque tengamos que esperar un siglo xD.
Y días después… En un arranque de incoherencia conmigo mismo, decidí darle una oportunidad absoluta a Chrome (o mejor dicho, Chromium), como en su momento hice con Ubuntu. El resultado ha sido el mismo (salvo por el hecho de que he durado treinta veces menos). No puedo vivir sin mis perfectos marcadores, mis tags, mis búsquedas personalizadas y sin la coherencia visual de Firefox. Siento la infidelidad, zorro, pero vuelvo para quedarme.
Y en enero de 2011… Un minipunto para Google y para Chrome: Chrome abandona H.264 en favor de WebM. Gran noticia, las cosas como son.
Y en marzo… Ya lo he abandonado. Definitivamente. Lo siento, zorro.