Octavia E. Butler escribió en los 90 dos novelas, La parábola del sembrador y La parábola de los talentos, que describen unos Estados Unidos distópicos en mitad de una crisis climática como la que estamos empezando a vivir. Dando comienzo en el año 2024, Butler explora el impacto de la sequía en la sociedad, el colapso del sistema, la pérdida de la seguridad y la deriva populista que podría provocar y que se podría llevar por delante las pocas libertades que quedaran.
En la contra, muy al estilo anglosajón, los libros incluyen sendas citas de Gloria Steinem y New Yorker destacando la presciencia de la autora. Por lo que sea, fui un poco escéptico. Qué risa. En plena sequía en España, o con la reelección de Trump que ya no nos pillará por sorpresa.
Son quizá las historias humanas de los libros, y sus contrapartes en el mundo real, las que me han producido mayor desasosiego. Leo sobre los incendios provocados que dibujan el entorno de la protagonista y es las bombas en la franja de Gaza y la falta de escapatoria lo que se me viene a la cabeza. Me estremezco con la esclavitud que retrata el segundo libro y constato que no hay demasiada diferencia con el relato de la vida en las cárceles de El Salvador de Bukele. Me pongo en el lugar de niños y adultos palestinos que ya no tienen a dónde más huir, o del salvadoreño —inocente o no, me da igual— que no puede ni ver la luz del sol. Ni siquiera hay que recurrir a un sentimiento de injusticia, sino de mera humanidad.
Leo ayer en el periódico que no soy el único con esta sensación de vivir en una distopía, o al menos ser coetáneo de la de otros. No me reconforta.